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Presentación
La secularización de las sociedades, los desarrollos de la ciencia, los intereses políticos y económicos, las diversidades culturales y su relación con la vida de los seres humanos y con la vida en general crean  grandes dilemas. La Bioética, una disciplina relativamente joven pero con un vertiginoso desarrollo en las últimas tres décadas,  contribuye en la reflexión ético-política de cómo las intervenciones y las decisiones individuales y colectivas afectan o posibilitan la vida como un todo, no solo en el momento presente  sino también en el futuro. Invita entonces a profundizar en la reflexión sobre las consecuencias  de éstas y a ampliar el marco a partir del cual se justifican.

No basta  el argumento del avance de la ciencia, ni el desarrollo tecnológico o del libre mercado, es necesario  incluir la dimensión moral en estos debates, para así poder aportar en la solución de los grandes conflictos y contradicciones de nuestras sociedades contemporáneas.
Bajo la premisa de que la razón de ser de la ciencia y de su producción es la vida, la Salud Pública la asume como objeto de su ser y su quehacer, en la preocupación permanente por ella avanza en la comprensión de los determinantes de la salud para, desde aquí, aportar al vivir bien o al vivir con dignidad de las personas y de los grupos sociales.

La presente publicación está dedicada al tema  Ética Salud y Vida en torno al cual se debatió en la sesión realizada el pasado 25 de febrero dentro del programa institucional del Doctorado Debates en Salud Pública. La profesora Genoveva Keyeux del Instituto de Genética de la Universidad Nacional de Colombia, Gustavo García, filósofo Bioeticista y Rosalba Durán Forero profesora del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia, presentaron  para la discusión  los materiales que integran este número. Igualmente, el Doctor Eduardo Díaz Amado aporta el artículo discutido con los estudiantes del Doctorado en el Seminario de Investigación I.
Ética Salud y Vida,  tema de actualidad, pero sin duda de gran complejidad y amplitud, motiva entonces a plantear preguntas en torno al análisis, la reflexión y los aportes  relacionados con los  dilemas éticos surgidos entre otros por: los desarrollos científico-tecnológicos en relación con la vida; los procesos macro-económicos, sociales y políticos y sus implicaciones en la salud; los modelos de seguridad social y las prácticas profesionales.
Uno de los planteamientos de los panelistas hace referencia a la relación entre el desarrollo tecnológico y la capacidad cada vez mayor de intervención humana en la vida de las personas. Por ejemplo, la genómica y sus avances permiten actualmente la prevención de enfermedades y el diagnóstico precoz de algunas de ellas que han causado tantos estragos en la humanidad; sin embargo, está el interrogante acerca de sus alcances y adelantos en poblaciones como la colombiana en donde el mercado define el derecho y las posibilidades de acceso a los servicios.
Es evidente que en países como el nuestro no se han podido erradicar todavía patologías tales como la enfermedad diarreica aguda o las infecciones respiratorias; aparecen brotes de dengue común y hemorrágico, de malaria y tuberculosis; emerge el Sida, reaparece el cólera, y así podríamos continuar la lista de problemas que nos permiten cuestionar no solo la organización social, su modelo económico, sino también los alcances del sistema de seguridad social en salud y la manera como éste debilitó las instituciones públicas y el desarrollo de los programas de prevención y control de estas patologías; debemos preguntarnos si aquellos dentro del sistema de salud tienen no el derecho a la tecnología.
De la discusión frente al desarrollo científico surgen cuestionamientos en torno al  para qué y para quién es el producto de la investigación y a qué intereses económicos privilegia, de qué manera se garantiza o no la dignidad de los sujetos investigados. Es por tanto un imperativo que los investigadores además de sus experticias científicas también han de estar formados para comprender y abordar los dilemas éticos que surgen en los procesos de indagación. Reflexionemos sobre la investigación de punta  que generalmente es asumida por los países desarrollados para responder a sus necesidades, mientras los recursos que se destinan en el llamado Tercer Mundo por parte del Estado son exiguos. La capacidad de compra, por ejemplo de fármacos, es poco atractiva para los grandes laboratorios multinacionales, lo que agudiza la dificultad de prevención y curación de las patologías en estos países.
El debate permitió reflexionar en torno a la forma en que el modelo de seguridad social dividió la población según la afiliación y cómo ésta, es –en últimas– quien define los beneficios recibidos. Se ofrecen tipos de servicios según el aporte “El que más paga más tiene”, olvidando el derecho al “respeto de su vida biológica”: principio de Blanca Cecilia Nieva no-maleficencia, y el derecho a la igualdad de oportunidades en “el orden de la vida social y política”: principio de justicia. Estas desigualdades se pretenden subsanar con la adopción de políticas focalizadas que, lejos de resolver el problema, excluyen del derecho a la salud a sectores de población que también tienen dificultades económicas y mayores necesidades sanitarias.
En síntesis, la política macroeconómica define las políticas de salud, que se basan en la descentralización y privatización de los servicios de salud y de seguridad social, en los subsidios a la demanda, en modelos gerenciales de eficiencia y eficacia con características hegemónicas y homogéneas, las cuales no respetan las particularidades de los “usuarios”, ni las diversidades culturales, vulnerando el principio de autonomía de estos e interfiriendo en la relación terapéutica, por cuanto es el tiempo y el rendimiento lo que define la calidad en la atención. Las implicaciones éticas de esta relación se viven a diario en un claro dilema ético-político-laboral que está causando serias dificultades tanto a los pacientes como a los profesionales de la salud.
En el marco anterior, atañe a la academia la responsa-bilidad de formar profesionales que superen el imperativo económico de la ganancia, para dar respuestas a las necesidades de salud de las personas. Guillermo Hoyos lo plantea como la necesidad de que los profesionales tengan una concepción más global de las ciencias de la salud para entenderlas como ciencias de la vida, en donde no sólo hay una competencia técnico-científica y yo diría económica, sino que hay una visión humanista inspirada en lo que hoy se conoce como ética del cuidado.

A los dilemas anteriores tenemos que agregar el del conflicto armado que vive el país, donde día a día se pierde todo punto de referencia, la vida pierde su valor. Valores como el respeto, la tolerancia, el derecho a la diferencia, parecen perder importancia, cada individuo intenta imponer su punto de vista  de cualquier manera.
Estas dificultades  nos deben invitar a re-pensar el ser y el hacer para re-entenderre-entenderre-entenderre-entenderre-entender la convivencia, lograr diálogos y construir una ética colectiva, que nos permita re-entender y re-crear el país, como dice Beatriz Peña: “Entendiendo la partícula rrerereree no como la repetición de un acto determinado sino como un actuar reflexivo que permita superar las dificultades actuales“.
El debate, lejos de dar respuestas definitivas, permite evidenciar múltiples interrogantes; con el aporte de Usted lector y de los participantes seguramente avanzaremos en la construcción de soluciones que realmente posibiliten la vida.
Consecuentes con la política de divulgación y publicaciones del Doctorado en Salud Pública la serie Cuadernos del Doctorado recoge materiales trabajados dentro del programa que por ser inacabados dejan abierta la discusión para que con sus comentarios y contribuciones lleguemos a concluirlos.

BLANCA CECILIA NIEVA
Profesora Especial
Universidad Nacional de Colombia Sede – Bogotá
Facultad de Odontología

 

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